Política

«Cordoba no debería volver a definir un balotaje para Macri o Milei»

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Natalia de la Sota recibió a Revista El Sur en la oficina de su búnker político de barrio Rogelio Martínez, en el macrocentro de Córdoba capital, cerca de la torre de los Tribunales federales. De una de las paredes cuelga una enorme pintura de Evita, obra del artista argentino Washington Rivière, que perteneció, igual que la propiedad, a José Manuel De la Sota. Durante la entrevista se mezclarán los recuerdos de su padre –un simpático muñequito lo evoca en la mesa del escritorio-, su irrenunciable amor por la música y su visión de la política como herramienta para defender valores que hoy siente amenazados.

– Tuviste un abuelo radical y un padre peronista. ¿Qué recordás de tu infancia?

– A mi abuelo materno, Arturo Zanichelli, que fue gobernador de Córdoba de 1958 a 1960, no lo conocí. Pero sí a mi abuela, mis tías y a toda la familia materna. Mi abuelo fue muy respetado, incluso por mi papá. No existía esta discusión sanguínea y visceral de posiciones políticas. Fue una cosa muy natural haber tenido un abuelo que pertenecía a un partido, por un lado, y a mi viejo por otro. La convivencia era natural y yo crecí con esa figura de ese abuelo que no conocí, pero que quería todo el mundo; fue muy hermoso tenerlo en ese lugar de hombre tan respetado, fue un tipo muy humilde, muy honesto. Y después, en la vida con mi viejo, bueno, ganó el gen peronista en mi caso (se ríe).

– Crecimos en épocas donde las discusiones políticas eran verdaderamente eso, debates en donde uno podía, como mucho, levantar la voz para tratar de marcar una posición. ¿Qué ves hoy?

-Sí. Hoy hay una escalada, fundamentalmente de negación y cancelación al que piensa distinto y es triste verlo. Yo pude vivir en una familia y en una sociedad con un marco de respeto donde a mí me pasaba que llegaba al colegio un lunes, después de que mi viejo había perdido una elección y a lo sumo tenía una cargada. Claro, yo era negra, peronista y perdedora; llegaba al colegio con la cabeza gacha, pero todo duraba dos minutos y se acababa la discusión. No estábamos atravesados por el odio a estos niveles de hoy. El que pensaba distinto no era un enemigo, sólo pensaba distinto.

– ¿Con qué crees que tiene que ver?

– No creo que tenga que ver solamente con nosotros. Creo que está sucediendo en el mundo, en Argentina yo esperaba que no llegara tan rápido, pero se ha exacerbado de maneras impensadas con la irrupción de Milei en la vida política. Siempre hemos tenido enfrentamientos y discusiones, peleas y desencuentros. Pero este nivel de agravio, de violencia verbal, institucional, política, ideológica, filosófica, nunca lo imaginé.

– Tampoco se discuten programas y propuestas, ¿no?

– No, pero tampoco quiénes son los candidatos. Todos tenemos derecho a hacer política, pero ¿con qué nivel de conciencia, de conocimiento, de posicionamiento ideológico? Da la sensación que la idea es irrumpir en la vida política para romperla. Y me parece que esa es la gran discusión. Mi viejo era un tipo que creía mucho en la política y la amaba. Por supuesto, había quienes acompañaban y quienes no, pero a la política como actividad, como herramienta de transformación, la respetaba, la cuidaba. Y yo sigo creyendo que es así. Cuando uno ve al presidente insultar a un niño por Twitter con malas palabras, con descalificaciones, parece mentira. Entonces hay que hacer todo lo posible para volver a discutir temas fundamentales, como los valores, la solidaridad. Parece que tenemos que discutir la justicia social como valor universal.

– Hemos retrocedido décadas.

– Sí. Es increíble que haya que discutir la salud pública, si las mujeres tenemos o no los mismos derechos que los hombres o si lo colectivo y lo comunitario está bien. Cosas que entendía ya estaban resueltas. Esta es la tristeza que me parece que tenemos muchos hoy.

– ¿Cómo era el vínculo con tu papá?

– Muy divertido, yo tenía una relación muy cercana con él, nos contábamos cosas, me reía mucho, nos peleábamos también, pero era un tipo muy cariñoso, muy cercano. Yo lo admiraba muchísimo. Lo acompañé siempre, desde niña, en su actividad y después en la actividad política propiamente dicha, ya más grande. En su momento sentía que me lo quitaba la política; todos los niños sienten eso, entonces, de alguna manera, estaba peleada con la actividad.

– ¿Y cuál fue el clic que hiciste?

– Viendo los logros. Yo lo acompañé muchas veces a muchos lugares. Cuando él ganó los primeros gobiernos empecé a ver su satisfacción respecto a las transformaciones que se iban logrando. Y todo cobró sentido, había un porqué. Mientras no estaba conmigo estaba haciendo todo eso.

– ¿Qué te dijo cuando decidiste hacer tu camino en política?

– Empecé ayudándolo en su penúltimo gobierno. En el siguiente ya trabajaba con él, ad honorem por supuesto, porque él no quería que nosotros estuviéramos ocupando lugares que merecía la militancia y eso me parecía perfecto. Y estuve muy cerca de él en su último gobierno. Y ahí volví a sentir que había un porqué.

 

 

– Antes de la política tu vida iba más por el lado de la música, de la cultura.

– Sí. Yo estudié, primero, composición en Villa María. No terminé porque nació mi hijo, entonces terminé un profesorado acá en la Ciudad de las Artes, en la Universidad Provincial. Creo que la música es un idioma universal, maravilloso, que hace bien. Y la docencia me gustaba también. Después tuve una pyme, para aquellos que me preguntan “¿usted vivió siempre en el Estado?” No, señores, no (se ríe). Tuve un bar cultural muy lindo acá en Córdoba.

– ¿Cuánto tiempo duró?

– Unos siete años. Se llamaba Fragueiro 2020. Había espacio para los artistas locales, músicos, artistas plásticos. Laburábamos muy bien viernes y sábados, pero con el tiempo fue difícil mantenerlo. Era una casa vieja, linda, que la reformamos y la acondicionamos. Cuando yo me cruzo con artistas o bandas que pasaron por ahí, todos tienen un hermoso recuerdo. Y para mí también fue una época maravillosa. Después trabajamos también en una fundación cultural del Teatro San Martín.

– ¿Qué hacían ahí?

– Ediciones de discos, de revistas, varias cosas. Promoviendo también la cultura que tenía que ver con lo clásico y tratando de unirlas con una mirada cultural más popular.

– La cultura como vehículo transformador.

– Exacto. Yo estoy convencida de que la cultura transforma, atraviesa y nos forma.

– Y es donde golpea también el gobierno nacional.

– Milei dijo que venía a destrozar el Estado y lo cumplió, lo hizo con los organismos no solo del ámbito cultural, académico, científico-tecnológico, ha logrado romper todo lo que nos costó tantos años construir. Hoy es difícil encontrar un sector que no esté golpeado.

– ¿Te considerás feminista?

– En algún punto, sí. No sé si con la militancia feminista, porque hay una militancia de mucho tiempo y hay mucho trabajo. Yo no podría decir eso porque no he estado en esos espacios. Pero cuando vivís en carne propia ciertas cosas, te das cuenta de que hay mucho todavía por lograr, sobre todo en la política. Me he encontrado, ante esta decisión de ser candidata fuera de mi espacio, con que siempre tiene que haber un hombre por detrás. ¿No puede una mujer tomar una decisión por sí misma? Se ve que no estamos autorizadas a tomar decisiones si no hay algún caballero por atrás. Bueno, vamos a ver si podemos romper ese famoso techo.

 

 

– Y si además sos mamá, se complica más ¿no?

– Yo tengo hoy tres hijos divinos. Manuel tiene 24, Magdalena 18 y Teo, que tiene un año y medio. Y, claramente no puedo estar acá a las ocho de la mañana porque tengo que vestir al más pequeño, o llevarlo al jardín. El papá, por supuesto, Bernardo, es divino y nos hacemos mucho cargo los dos, pero imaginate una mujer que no tenga un compañero y tenga que hacerse cargo sola.

– Ser De la Sota: ¿es ventaja o desventaja?

– Creo que las dos cosas. Yo he heredado el cariño, el respeto, la admiración, pero también las antipatías. Por eso también es un desafío. Para quienes somos hijos de grandes líderes, y muy queridos, hacer un camino propio es un desafío grande. Me hace gracia porque me dicen “no es De la Sota”. Y, no, claro que no. Si tuviera el pelo de mi padre, me muero, ¿entendés? (se ríe). Con todo el amor y con todo el orgullo, pero soy Natalia.

– ¿Seguís haciendo música?

– Sí. En los huecos que encuentro. Tengo un grupo de amigos de toda la vida que tienen que ver con la música, músicos maravillosos. Y cada tanto hacemos un asado con piano, guitarra. Es un momento que disfruto muchísimo. Es mi cable a tierra.

– ¿Te imaginás hoy fuera de la política?

– Sí. Hoy estoy en un camino que me tiene muy contenta, muy satisfecha conmigo misma porque me ha permitido seguir el camino de la coherencia. A mí me parece que eso es impagable en política. He podido sostenerlo y lo deseo, pero si en algún momento no estoy, sí, me lo imagino. Si uno hace política lo que busca es transformar y ser útil.

– Es una vocación de servicio.

– Sí, y no hay que perder ese hilo. Tenemos que trabajar siempre en virtud de ser útiles, desde nuestros lugares, a la sociedad, a la comunidad, a la vida. Tuve la suerte de nacer en una cama calentita, con educación. Somos unos privilegiados de alguna manera. ¿Cómo no vamos a devolver algo de eso, cómo no vamos a intentar transformar la realidad para mejor? Eso es para mí el servicio y la vida en la política.

– ¿Hasta dónde quisieras llegar?

– No lo sé. Estos caminos se hacen medio al andar también. Uno tiene deseos, claro. ¿Si me gustaría ser gobernadora? Capaz que sí, en algún momento. No lo tengo hoy como objetivo, pero estar en estos lugares te da la posibilidad de llevar a cabo lo que pensás, lo que creés que puede hacer mejor a la sociedad. El objetivo hoy es abrir este espacio político para discutir lo que viene a nivel provincial también. Que se escuchen las voces que hoy no se están escuchando. Tiene que ser también parte de lo que se discute a nivel nacional. Córdoba no puede volver a ser quien define un balotaje para Macri y Milei, tiene que haber algo más y hay que construirlo, hay que convencer a la gente, hay que mostrar, hay que hablar. Y yo me siento hoy con muchas ganas de hablar y de decir la verdad, lo que creo, lo que siento y lo que recibo en la calle, porque el dolor que la gente está pasando es real, es concreto. Yo no quiero cuidar ningún sacrificio, no creo que para lograr cierto equilibrio fiscal o superávit haya que sacrificar a la gente. Sacrificio es una palabra muy fuerte.

– Además, el sacrificio siempre lo termina haciendo el pueblo.

– Claro. Yo no avalo, bajo ningún punto de vista, este modelo de Milei, su modelo social, económico, político; su manera de comunicar, su batalla cultural. Estoy en las antípodas. Y tengo la posibilidad de decirlo, de transmitir lo que está pasando, junto a quienes me acompañan en la lista, que han sido elegidos justamente para representar a cada sector, porque queremos que cada sector hable con voz propia de lo que está pasando.

 

Por Guillermina Delupi para Revista El Sur

Fotografías gentileza Revista El Sur

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