
Cultura
Alejandro Moreno recorre los cien años de «El recinto» de la Legislatura de Córdoba
«El recinto siempre me pareció un lugar mágico y maravilloso» advertía Alejandro Moreno hace casi un año, al dar rienda a las razones centrales que lo empujaron a escribir la historia de los cien años del reciento legislativo. «A mí me gusta aclarar que la idea es contar la historia del recinto y no una historia de los debates legislativos que se dieron ahí aunque está claro que la mayor parte de los hitos que tienen que ver con la conformación de ese espacio tal cual como lo conocemos hoy tienen que ver con hechos que poseen una alta carga política» decía en un diálogo con Mano a Mano en las horas previa a la presentación de su trabajo. El trabajo, que coincidió con el aniversario número cien del emblemático edificio ubicado en la peatonal capitalina, se anticipó la mudanza del palacio que se hará efectiva en las próximas horas. En aquellas palabras de Moreno, «una verdadera lástima«.
En la previa a la última sesión en el actual recinto, recorremos aquel diálogo como anticipo a una despedida que modificará, al menos estructuralmente, los espacios de la discusión parlamentaria en la provincia de Córdoba.

-Sin dejar de lado el componente político, el libro es una historia de los elementos que componen el palacio legislativo.
-Claro, yo cuento la historia política de los elementos que lo componen. Los retratos, el mástil, las bancas. Hay un trabajo hecho sobre la construcción del recinto, que se hizo a finales de la década del 80, y recorre la historia arquitectónica al detalle. Como eso ya está muy bien contado, a mí me pareció una excelente oportunidad para contar cómo la política cruzó a cada uno de los elementos que componen el espacio legislativo. Como, así también, de las cosas que no están y de los recintos que no existieron. Vale aclarar esto porque no es esta la primera vez que se intenta trasladar la Legislatura a otro sitio. Hubo uno en el año 27 que intentó llevarla al Parque Sarmiento por ejemplo y también en algún momento se pensó en demoler la Casa Radical para trasladarla a ese lugar.
-En el libro también hablas de “recintos alternativos”…
-Hubo ocasiones en la que Legislatura sesionó en lugares alternativos. Fueron pocas veces pero ocurrió. Te voy a poner dos ejemplos paradigmáticos: una vez se sesionó en una confitería y, otra vez, desde la clandestinidad, en una casa particular. Lamentablemente nunca pude tener en claro en dónde estaba ubicada esa casa porque los comentarios se contraponen, pero sí te puedo asegurar que fue en algún lugar de la calle Independencia. Durante el Navarrazo, los legisladores querían reunirse para sacar un documento en defensa del gobierno pero no podían hacerlo en la Legislatura por razones específicas: se había destituido al gobernador y regía el toque de queda. En esa época había una buena relación entre radicales y peronistas, pese a todo lo que sucedía puertas afuera, podríamos decir que existía una especie de “colaboración” entre ambos partidos. Es por eso que los legisladores ser comunicaron entre sí y decidieron reunirse en esa casa. Allí sesionaron y sacaron un documento que después dieron a conocer en una conferencia de prensa.
-¿Y el episodio de la confitería cómo fue?
-Ese episodio, que tuvo lugar en el año 47, fue realmente cinematográfico. Fue en la confitería Del Plata que estaba ubicada en donde está hoy la sede del Club Talleres. Hay que enmarcar esto en la historia del primer peronismo cordobés, que era muy inestable porque había demasiados grupos internos que no tenían a Perón como eje ordenador (cosa que sí tenía el movimiento a nivel país). El gobernador de Córdoba de aquel momento era Argentino Auchter que había sido radical, se había convertido al peronismo con la irrupción de Perón a la vida nacional y estaba enfrentado con el vicegobernador que era Ramón Asís. En un viaje de Auchter, Asís aprovechó para empezar un proceso de juicio político contra el gobernador que cuando se enteró se volvió a Córdoba para firmar un decreto ordenando el cierre de la Legislatura. A la luz de hoy, una verdadera locura. Cuando esto sucede, los propios legisladores cerraron el palacio legislativo y aceleraron la sesión que discutía el juicio político para llegar a suspender a Auchter y así poder seguir adelante. La policía finalmente llegó al lugar y, luego de un forcejeo que incluyó bancas vacías para trabar la puerta desde adentro, desalojó la sala. A pesar de eso, los legisladores llegaron a ponerse de acuerdo para seguir sesionando en otro lugar y se conformaron como cuerpo en la confitería, que estaba apenas a una cuadra del recinto. La sesión ahí duró apenas un rato porque la policía desalojó también la Del Plata. En ese momento, además, el gobernador ordenó custodiar todas las confiterías de la ciudad para evitar una situación similar. Lo que llevó a generar un estricto control sobre todos los bares y los café ubicados en aquel momento en la Ciudad de Córdoba. Fue algo verdaderamente extraordinario.
-¿Logras identificar algún momento político que haya cambiado estructuralmente el recinto?
-La política impulsó y apuró la adopción del “nuevo recinto”. La legislatura originalmente sesionaba en lo que hoy conocemos como la Sala Regino Maders. Debemos recordar que el palacio legislativo está construido en dos partes: el más antiguo es el que está sobre la esquina y era propiedad de la Municipalidad y la parte de atrás que se construyó en el 18. Uno de los motivos para hacer el nuevo recinto fue público. Antes estaba exactamente al lado de los legisladores, eso representaba cierto descontrol y una muy endeble posibilidad de llevar a cabo un mecanismo de seguridad efectivo. En esos años iba mucha gente a las sesiones, no es como ahora. Entonces, fue esa necesidad la que impulsó la necesidad de una solución que llegó con la construcción de las gradas. Desde ese momento, hasta la actualidad, el recinto no ha cambiado demasiado, salvo algunos detalles.
-¿Me describirías alguno que te parezca importante?
-El recinto fue cambiando por algunas cuestiones obvias, como por ejemplo el uso de la tecnología, y por otras no tanto. La historia en torno al retrato que encabeza cada sesión es un tanto particular. El que está ahí es Manuel Lucero, alguien que no es conocido, incluso para los propios legisladores. Si bien es un personaje interesantísimo, hay una biografía de Efraín Bischoff que lo describe al detalle, hay que decir que él está ahí porque fue diputado, fue senador, y sus amigos estaban en el poder cuando él murió; pero no sé si es un personaje que alcance a representar al Poder Legislativo de Córdoba. De hecho, en una época lo sacaron. Fue en el año 52, mayoría peronista, cuando su imagen fue reemplazada por otras tres: San Martín en el medio, Perón de un lado y Eva Perón del otro. De hecho, si vos te fijas bien a los costados del cuadro de Lucero, todavía hoy se ven los pequeños ganchos desde donde estaban colgados esos cuadros. Obvio que en el 55 desaparecieron.
-¿No están en ningún lado?
-Yo supongo que los quemaron. Yo busqué todo lo que pude pero no hallé rastro alguno. El de San Martín existe y está en el despacho del vicegobernador.
-O sea que Lucero fue y volvió.
-Sí, lo mandaron a la Universidad porque él había sido uno de los fundadores de la Facultad de Medicina, fue rector en tres oportunidades, era un hombre importante en ese ámbito. Hubo algunos intentos de poner en su lugar a Alberdi y a otros referentes pero ninguno logró su cometido. Yo creo que queda Lucero porque su imagen no le molesta a nadie. Fue un liberal federal que murió en 1878 y que, en algún momento, debe haber representado a las ideas de algún grupo importante de legisladores. Por ejemplo, cuando se dio todo el debate previo al cambio de los cuadros, algunas reivindicaciones y críticas salieron a la luz porque Lucero batalló contra el rosismo; para los radicales Rosas era equiparable a Perón y eso les servía en ese momento para discutir un proyecto que claramente intentaba imponer la bancada del peronismo. Lucero era, entonces, algo así como un representante de la “lucha contra la tiranía”, por eso merecía ese lugar. Un dato curioso es que Lucero se fue al exilio durante tiempos rosistas y regresó a la Argentina para participar de la batalla del 27 de Abril que fue la caída del rosismo cordobés. En aquel momento, entre los símbolos de la victoria, se entregó el retrato de Rosas que estaba en el recinto de sesiones de esa época. Lucero fue uno de los que prendió fuego ese retrato que estaba en el lugar en el que hoy está él. Igual, no creo que a su retrato le pase lo mismo, hoy ya no se prenden fuego las cosas (risas).

-Mencionaste la historia del mástil como al pasar…
-Lo curioso es que la instalación del mástil se discutió durante cuatro años. Algo que parece exagerado porque no estamos hablando de una gran obra pública, pero eso duró. Se discutió mucho, por ejemplo, quién lo tenía que pagar. Algunos decían que la plata debía salir del presupuesto provincial y otros que el gasto debía solventarse del bolsillo de los legisladores que proponían el homenaje a la bandera. Pero, más allá del homenaje en sí, su construcción tenía un sentido de practicidad. Antes, las discusiones pasaban a un cuarto intermedio cada vez que el clarín anunciaba el momento de izar y arriar la bandera, eso consta en cada uno de los diarios de las sesiones. Es decir que se suspendía el debate para ir que todos los legisladores salieran a subir o bajar la bandera, después volvían y seguían. Con el mástil, que se colocó en el año 53, la cosa es más sencilla.
-Me gustaría preguntarte por la historia de la banca destruida.
-Ese es uno de los episodios más conocidos. Fue en el año 49 y el protagonista es José Mercado, un diputado demócrata que se enojó, tiró la banca y la rompió. Después se fue y en el camino tiró dos más pero sólo rompió la suya. Su enfado se debió a una zancadilla legislativa que le había tendido el peronismo que también es muy particular. En ese momento se sesionaba los fines de semana, iban a tratar el estatuto de partidos políticos que se había aprobado a nivel nacional y como había varios temas se decidió agotar la agenda el sábado para tratar ese estatuto el día domingo. ¿Qué pasó? La sesión del sábado se fue estirando y estirando hasta que llegó la medianoche. La mayoría de los diputados de la oposición se había ido, los peronistas estaban todos y dijeron “bueno, ya es domingo” y empezaron a tratar el tema. Mercado era uno de los que se había ido a dormir, cuando llegó pasó todo lo que pasó. Lo expulsaron de la Legislatura, aunque vale aclarar que no fue sólo su banca lo que voló en aquel momento. Eran muy pasionales los legisladores en esos años. Yo hace 20 años que cubro sesiones legislativas pero escenas como las que leo en los diarios de sesiones, con niveles sorprendentes de discusión e incluso violencia, no he visto casi nunca.
-La Legislatura empezará a funcionar en otro lado. ¿Qué crees que se pierde?
-Yo soy un tipo al que le gustan mucho las tradiciones, no sé si eso está mal o está bien pero es lo que es. Yo creo que se va a perder el tremendo impacto que uno siente cuando se encuentra en ese lugar. Cuando yo ingresé por primera vez a ese lugar, en el año 97, fue para cubrir una sesión de la Cámara de Senadores. No me animé a estar en el recinto, era algo demasiado imponente para que yo esté ahí, entonces me fui a las gradas y cubrí la sesión desde ese lugar. Yo no sé si van a lograr construir algo parecido. Me parece que se va a perder toda la historia que se conserva en ese lugar, que está ahí adentro y es intransferible. Ahí pasaron muchas cosas, ahí se murió un legislador en plena sesión, es un lugar hermoso con una historia tremenda y que todavía está muy bien. Yo no creo que sea un lugar que esté en decadencia ni nada por el estilo. Sólo me queda esperar que lo aprovechen bien y que conserven toda esa historia que se respira en ese lugar.

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