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Camilo Ratti: «La figura de Menéndez sintetiza al Ejército Argentino del SXX»
Luciano Benjamín Menéndez murió en Córdoba a los 90 años de edad. Fue uno de los generales más sanguinarios y poderosos de la última dictadura militar en la Argentina. Al momento de su muerte 15 procesos orales por delitos de lesa humanidad lo habían condenado por los más de cinco mil asesinatos de los que fue responsable como hombre a cargo del Tercer Cuerpo del Ejército entre 1975 y 1978. Camilo Ratti es autor de «Cachorro. Vida y muertes de Luciano Benjamín Menéndez», el libro que profundiza en la historia de un personaje que se murió sólo y condenado, se llevó a la tumba algunos de los secretos más importantes de la última dictadura y que jamás se arrepintió de nada.
-Me gustaría que me cuentes quién fue Luciano Benjamín Menéndez
-Menéndez fue un personaje siniestro y nefasto para la historia argentina, pero no por eso menos decisivo para los acontecimientos del país. Es por eso que tuve la intención de hacer un libro que abordara el personaje en profundidad. Luciano Benjamín Menéndez sintetiza lo que fue el Ejército argentino durante el siglo XX, sobre todo en su concepción política antidemocrática. Él es parte de un linaje militar fusilador de pueblos originarios y de obreros. Su abuelo estuvo con Roca en la denominada “campaña del desierto” y su papá con el Teniente Coronel Varela (N.R: durante la matanza de 1500 personas en Santa Cruz en lo que pasó a la historia como “la patagonia rebelde”) en 1921. Creo que él representa a los sectores más poderosos y elitistas del país que pensaron en una Argentina europea en contra de cualquier proyecto de desarrollo nacional, soberano y con perspectiva de cualquier desarrollo industrial. Él es la cara de esa argentina antidemocrática que pudo sintetizar de manera muy fiel, por su estirpe militar y su apellido, que siempre estuvo presente en todos los golpes militares de la Argentina contemporánea.
-¿Cómo fue su rol en la dictadura que comienza en 1976?
-Fue uno de los más importantes representantes de ese proyecto político, militar y económico. Era una de las cabezas y uno de los generales más poderosos y respetados. Controló un tercio del país, tenía diez provincias bajo su responsabilidad. Menéndez es el responsable de cinco mil desapariciones, por eso no es casualidad que haya sido el principal protagonista de todos los juicios del interior y que haya muerto con 13 cadenas perpetuas.
-¿Cómo es el Menéndez que vos conociste?
-Me parece que él enfrentó los procesos judiciales de la misma manera que actúo a lo largo de su vida. No hubo ningún tipo de arrepentimiento ni aportó ningún tipo de información. Inclusiva, creo que durante los juicios él profundizó lo que ya pensaba presentándose como un perseguido político en el marco de un gobierno (N.R: el de Néstor Kirchner) que se hizo cargo de una de las deudas que quedaban pendientes en la democracia y retomó los procesos judiciales por delitos de lesa humanidad. Yo lo conocí en la última etapa de su vida, derrotado y en su momento de mayor debilidad. No me topé ni tuve contacto con el Menéndez todopoderoso de los 70 y los 80. De todas maneras, está claro que él tuvo toda una formación militar y familiar que lo hicieron inquebrantable en sus ideas. Por eso los juicios se convirtieron para él en una tribuna para decir lo que pensaba y creo que esos procesos agudizaron las ideas que él traía consigo históricamente.
-Cuando uno busca ejemplificar o personificar a la dictadura cae, naturalmente, en la figura de la Junta Militar y en la de Videla. Sin embargo hay una historia que dice que Menéndez se enfrentó al entonces Presidente de facto porque lo considera “un blando” ¿Es así?
-No, hasta el propio Videla ridiculizó eso en la entrevista que yo le hice para mi libro. Todos fueron parte de un mismo proyecto político, económico y de transformación cultural profunda del país. Todos estuvieron de acuerdo con que el objetivo número uno era la aniquilación de la organización política y usaron a las organizaciones armadas como excusa para instalar un proyecto económico totalmente antipopular en la Argentina. Todos fueron formados por los mismos oficiales franceses en el concepto del “enemigo interior”. Lo que pasa es que tenían perfiles diferentes, Videla era un cuadro más ideológico y Menéndez un hombre más tropero, de cuartel y acción. Yo a Videla lo caracterizaría como un intelectual d las Fuerzas Armadas y a Menéndez lo pondría lejos de ese lugar. Cada uno cumplió su rol y para el proyecto de la dictadura lo hizo de una manera muy efectiva. Había que aniquilar cualquier resistencia y el mejor hombre para eso era Luciano Benjamín Menéndez. Videla tenía otros modales y otro estilo que le servía como propaganda a la dictadura de cara al mundo, por eso era Presidente. Más allá de eso, no hubo ninguna otra diferencia. Para nada.
-Pero hubo algún enfrentamiento
-Sí. La historia no se inventa. Hubo divisiones políticas que empezaron cuando la dictadura culminó su etapa de mayor represión, allá por 1978. Para Menéndez había que profundizar y para Videla había que avanzar en una proyección política del régimen. Durante el conflicto con Chile, también hubo un enfrentamiento porque Menéndez era uno de los principales impulsores de la guerra, mientras que Videla estaba totalmente en contra de eso. Videla pensaba en política y pensaba lo mismo que la Secretaría de Estado norteamericana que entendía que era un absurdo una guerra entre dos países aliados en la “batalla contra el comunismo internacional”. Eso generó fricciones muy grandes y Menéndez empezó a criticar algunos aspectos del plan económico de Martínez de Hoz, hiperconcentrado en los grupos más concentrados de la Argentina y los capitales trasnacionales, mientras que él tenía una teoría un poco más productivista por la influencia que en sus ideas ejercía el pensamiento de la Fundación Meditarránea, por ejemplo.

Simbolos: Menéndez con Primatesta y Videla en una visita del Presidente de facto a Córdoba. Foto: Archivo La Voz del Interior.
-Lo definiste como un «tropero». ¿Menéndez tenía un pensamiento político o más bien pensaba que eso no servía para mucho?
-Empezó a pensarla después. Yo creo que tenía un perfil tan mesiánico que creía que ninguna fuerza política valía y que había que pensar una fuerza nueva en la que él se imaginaba como una parte fundamental. Pero eso también tiene que ver con toda una historia de formación del Ejército y sus oficiales que siempre se creyeron por encima del país y la nación. De todas maneras creo que Menéndez tenía una relación un tanto ingenua con la política y eso es lo que lo terminó debilitando porque él nunca llegó a entender que no alcanzaba solamente con la fuerza militar sino que había que construir una relación con los sindicatos, con los partidos políticos, con los empresarios. Él menospreciaba todo eso y siempre se pensó por encima de todo.
-Menéndez se murió condenado, pero incluso después de la dictadura tuvo un tiempo de una vida social y pública importante. ¿Crees que la sociedad cordobesa termina por repudiarlo mayoritariamente o que hay un sector que puede reivindicar o al menos respetar de alguna forma su figura?
-A pesar de que vivimos en una sociedad reaccionaria y conservadora en la que Menéndez tuvo mucho que ver porque él ayudo a combatir a la Córdoba revolucionaria de Tosco, Salamanca y Atilio López entre otros tantos, me parece que la mayoría repudia o rechaza todo lo que tiene que ver con su figura. Creo que eso pasa puntualmente por lo atroz que fue su accionar y su proyecto represivo. No sé si se hace un análisis tan fino de las consecuencias políticas de la dictadura, pero fueron tan atroces y tan inconmensurables los crímenes que eso termina tapando todo lo demás. La gente que, inclusive, puede estar de acuerdo desde la perspectiva económica o ideológica que expresó la dictadura, no lo ubica a Menéndez dentro de su arco de pensamiento. Son marginales los grupos que pueden estar hoy reivindicándolo. La sociedad argentina avanzó de una manera importante. A pesar de que por ahí este gobierno tiene una mirada más negacionista de lo sucedido en la dictadura, creo que hay una batalla cultural que todo el tiempo se está dando y que expresa sus frutos. De todos modos no hay que bajar la guardia.
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