
Cultura
Crónicas de un luminoso día de justicia
El juicio que pasó a la historia como la megacausa La Perla es un hito en la historia judicial de la Argentina reciente. Por su magnitud, por su importancia, por los hechos que juzgó, por su relevancia histórica. Durante la audiencia numero 354, el Tribunal integrado por los jueces Jaime Díaz Gavier Julián Falcucci, José Camilo Quiroga Uriburu y Carlos Arturo Ochoa dio lectura al veredicto en proceso judicial por delitos de lesa humanidad que había comenzado el 4 de diciembre de 2012. Desde entonces declararon 581 testigos y, finalmente, fueron condenados 38 de los 43 imputados. Durante esa última jornada que tuvo lugar el 25 de agosto de 2016, un equipo de periodistas, documentalistas y realizadores cinematográficos registró las imágenes que forman parte de «La Sentencia, crónica de un día de justicia», que se estrenará el miércoles 21 en el Pabellón Argentina. Hablamos con Waldo Cebrero, el productor general del proyecto que da cuenta de la vida de seis protagonistas centrales en la historia del mayor juicio por crímenes contra la humanidad de Latinoamérica.
-Contame sobre la película
-“La sentencia” es el primer largometraje documental que produce una facultad de la Universidad Nacional de Córdoba y cuenta el último día del juicio que se conoció como la megacausa de La Perla a través de seis relatos paralelos de personas que jugaron roles fundamentales a lo largo de todo el proceso judicial. A través del seguimiento de las rutinas y los actos cotidianos de esas personas que van camino a Tribunales Federales tratamos de contar como el proceso judicial en general, y ese día particular, va alterando la vida de las personas y la sociedad.
-¿Cómo fue la elección de los protagonistas?
-La elección surge a partir de la necesidad de representar el teatro de la vida judicial. Están representadas cada una de las partes. Está el juez Jaime Díaz Gavier, el fiscal Facundo Trotta, la defensora de Menéndez que es la Dra. Natalia Bazán, la querellante Emi D’Ambra (que además es la mamá de una de las víctimas), la testigo Liliana Callizo y el periodista Jorge Vasallo. En la película, esas personas no están identificadas, digamos, oficialmente. Nunca en el relato hay una especificación del rol que cada uno cumple en el proceso aunque cuando uno la ve se da cuenta de que el señor que hace de juez es el juez. No es la historia de vida de Jaime Díaz Gavier ni de Facundo Trotta, por ejemplo, sino que la idea fue que cada uno de los personajes esté ahí representando un universo. El documental en general carece de esos elementos que son propios del género periodístico y a los que estamos tan acostumbrados. Uno ve una película de un juicio y espera que en algún momento aparezca una placa y que se advierta sobre las condenas y demás detalles del fallo, eso no está. Tratamos de ser más universales en el relato y mostrar el ritmo del día, el ánimo del día, lo que se va viviendo en una jornada como esa que tuvo la particularidad de ser una sentencia histórica pero la idea fue mostrar cómo se vive un día de sentencia en cualquier juicio por delitos contra la humanidad.
-¿Esa fue la idea original?
-La idea es mía. Yo elevé la propuesta al Centro de Producción e Innovación en Comunicación (CEPIC) de la, en ese entonces, Escuelas de Ciencias de la Información de la UNC. Hay una motivación personal que al final queda un poco solapada pero después de cubrir durante muchos años juicios por delitos de lesa humanidad, yo veía que Tribunales Federales era un espacio que se abría entre la vida de la gente. Dejaba de ser simplemente un edificio para ser algo que sucedía durante una cierta cantidad de tiempo y ese espacio comenzaba a tomar otra significancia. Ese espacio que alteraba la vida de las personas no aparecía nunca en las noticias y a mí me parecía que tenía que ser contado y que la manera de contarlo era a través del lenguaje audiovisual. La idea original era cubrir el juicio a partir de la vivencia de las víctimas pero después nos dimos cuenta de que estaba bueno que estuviese el fiscal, luego pensamos que era interesante incomodar un poco con la presencia de la abogada defensora y al final faltaba el juez, entonces sumamos su historia. Así se fue armando. El momento del montaje fue complejo porque narrativamente había que exponer las vivencias de ese día, que para nosotros fue una fiesta, contar la información del juicio que duró cuatro años y contar el por qué del juicio, que sucedió hace cuarenta años. El producto es una película rápida y dinámica. Hace unos días nos dijeron que al documental carecía de dramatismo. En realidad cuando uno va a cubrir un acontecimiento de estas características se propone contar lo que pasa y lo que pasó ese día, desde nuestra óptica, fue una fiesta. Quedó eso. Uno puede armar un guión pero en definitiva lo que se termina por imponer es lo que efectivamente sucedió ese día.
-¿Cuánta gente trabajó?
-El día del rodaje éramos 29 personas filmando en diez locaciones distintas a las que hay que sumarle a la banda de sonido y todos los que realizaron el trabajo de postproducción. El principal recurso con el que contamos fue el trabajo comprometido y voluntario de toda la gente que se fueron sumando. Cuando las convocamos nadie preguntó cuánto había ni cuánto iban a cobrar sino que aceptaron trabajar en el proyecto y después veíamos si había financiamiento o no. Hacer una película con 40 personas laburando es algo muy caro y creo que por la temática y porque estaba impulsado desde la universidad se fueron sumando todos.
-Hay muchos símbolos fuertes pero hay una particularidad en la película que es la posibilidad de ver a Emi D’Ambra viviendo lo que terminó por ser la última jornada de sentencia a la que pudo asistir.
-La película está dedicada a ella, que falleció cinco meses después de esa sentencia. Cuando la terminamos y se la mostramos a los referentes de los organismos en Córdoba inmediatamente notaron que este era el único registro en alta calidad de Emi, que siempre iba a programas de televisión y tenía una actividad muy fuerte como referente del espacio. Me parece que el documental da cuenta, sin proponérselo directamente, de la forma en que los cuerpos viven estos procesos. Claramente, el cuerpo de Emi estaba esperando esto. Tenía 88 años, estaba esperando esta sentencia y cuando ese momento pasó, seguramente empezó a prestarle atención a sus achaques y sus dolores a los que antes no les daba importancia. Vos ponete a pensar que en un día tan movilizante como ese, ella cargó (además) con todos nosotros, con cuatro personas que estuvieron encima de ella durante toda la jornada.
-La película es sobre el juicio de La Perla. ¿Crees que ese juicio, simbólicamente, ha sido el más importante de los que se vivieron en Córdoba?
-Me cuesta decir que es el más importante aunque hayamos terminado haciendo una película al respecto. Para mí el juicio que explica el terrorismo de estado es la Causa Videla, en el que se muestra al Estado ejecutando a las personas que estaban bajo su tutela y se ve el accionar de los jueces y el aparato mediático en medio de toda esa complejidad. El de La Perla también es emblemático porque fue una de las primeras causas que se iniciaron en el país, allá por 1983; porque las personas que empezaron con ese proceso siguieron esos expedientes durante cuarenta años y cuando llegó el final había tres armarios con cuerpos de esos expedientes, 500 testigos, un montón de víctimas, un montón de acusados y un montón de testigos que sirvieron para mostrar cabalmente cómo funcionaba un centro clandestino de detención. Pero no quiero restarle importancia a los demás juicios porque cada uno sirve para explicar un momento o una faceta del terrorismo de estado en nuestro país.
«La Sentencia, crónica de un día de justicia» se estrena el miércoles 21 de marzo a las 19.30 en Sala de las Américas del Pabellón Argentina. La entrada es gratuita.
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