Cultura

Damián Torres: «Para mí la tradición no es una mala palabra»

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Damián Torres está tranquilo. Fisonómicamente resulta extraño verlo sin su bandoneón, aunque detrás del escenario las conversaciones con el corralense suelen ser con de cuerpos distendidos. Sabe que el 2017 ha sido un año para celebrar. Lo acaba de celebrar con un cierre a lleno total en Cocina de Culturas. Se viene un 2018 con novedades. Pero es tiempo de balances…

-¡Qué 2017! Contame de México…
– Fue increíble lo que nos pasó allá. Nosotros venimos muy felices con lo que estamos haciendo con el quinteto y, la verdad, es que las expectativas eran buenas. Pero lo que sucedió cuando estábamos allá nos sobrepasó. Tocamos en varios lugares que se llenaron, donde vendimos muchísimos discos y en los que la gente se venía a sacar fotos con nosotros después de cada concierto. Fuimos con una expectativa un poco más grande que la habitual, pero cuando pasan esas cosas, la verdad es que no te las puedo describir porque son muy fuertes como para poder llegar a explicarlas.

-¿Y qué onda con los mexicanos con el tango?
-Ese fue uno de los aspectos que más desafíos nos planteaba en la previa y una de las más grandes satisfacciones de la gira. Nosotros no fuimos a versionar al tango tradicional sino que fuimos con nuestra propuesta que se integra de nuestras propias composiciones. Nosotros no caímos con “La Cumparsita”, “El Choclo” y esos tangos recontraconocidos en todo el mundo, sino que fuimos con una música completamente desconocida. Eso aumenta la felicidad, sobre todo porque hubo lugares en los que tuvimos que hacer tres bises. Es el momento en que uno se pregunta “bueno, qué es lo que está pasando”. A mí me parece que está pasando lo que siempre creí que iba a suceder y que tiene que ver con el grupo. Más allá de que yo sea la cabeza del grupo y que sea el que más composiciones pone a disposición del repertorio, estoy convencido de que las cosas salen bien porque se hacen seriamente. Con convencimiento. Nos divertimos muchísimo trabajando y eso está bueno. Yo sé que hay gente a la que no le gusta tanto el tango pero sí les gusta el quinteto. Y eso pasa porque nosotros nos proponemos hacer buena música, más allá de los géneros que nos cruzan, y me parece que lo estamos logrando a partir de una convivencia muy consolidada desde el plano profesional y desde el plano humano. Lo de Tijuana estuvo buenísimo también por ese lado.

-¿Cómo nació el quinteto?
-Yo venía laburando con el trío. Con Christian (Esquivel) y con un pianista que en un primer momento fue Aldo Cerino y luego Jorge Martinez. En el año 2013 salió un concurso para financiar la grabación de un disco desde el Fondo Nacional de las Artes y presentamos un demo con cuatro temas con una formación de quinteto. Ganamos ese concurso y esa fue una de las principales razones por las que en un primer momento decidí abrir el juego a una formación con otros dos integrantes que son Leandro Liuzzi que toca el violín y Dante Ascaino en la guitarra. Por otro lado, también estuvo la decisión de armar el quinteto para trabajar mis propias composiciones algo de lo que, la verdad, no estaba tan convencido. Los muchachos del quinteto me empujaron a convencerme de eso y después la buena respuesta del público fue fundamental.

-¿Qué se puede hacer con un quinteto que no se puede hacer con un trío?
-Lo primero para destacar del quinteto es la suma de instrumentos y las posibilidades que eso abre. A ver, yo no quiero quitarle importancia y protagonismo a la guitarra o cualquier otro instrumento, pero el violín es un instrumento que me fascina. Siempre me fascinaros los instrumentos de cuerda. De hecho, cuando yo me fui de Corral de Bustos a Rosario a estudiar, mi intención era estudiar violoncelo pero no me dio la cabeza creo. Y me pasé al bandoneón. Pero siempre me atrajeron mucho los sonidos de los instrumentos de cuerda. Y me parece que la unión entre el violín y el bandoneón tiene un peso muy importante en el universo del tango. Los otros instrumentos también pero, por ejemplo, la guitarra está mucho más anclada en los sonidos de las guitarras criollas en dúos y tríos de música, precisamente, criolla. La relación entre el violín y el bandoneón es otra cosa. Los dos quintetos que más me gustan a mí con una formación idéntica a esta son el de Astor Piazzolla y el de Horacio Salgán. Y yo quiero sonar así. A mí me gusta laburar con ese sonido y la música que yo empezaba a escribir estaba pensada en esa clave, en esa formación.

-¿Cuánto hay de exigencia con esas referencias que recién mencionaste?
-La exigencia es tremenda. Yo siento que convivo con los fantasmas de Troilo, Pugliese, Piazzolla y todos los demás en el estudio en el que laburo. Todo el tiempo me pasa eso. Yo soy muy obsesivo en mi intención de hacer una música que no se separe del tango al 100% pero que tampoco se quede apegado al género. Hay un montón de músicas que me encantan, que no están relacionadas con el tango y que yo quiero utilizar en mis composiciones. Eso hace que después uno tenga su sello, su marca en lo que hace. Pero la exigencia es tremenda y me parece que eso está bueno. Mira yo tengo cierta facilidad para componer sobre el estilo. Puedo sentarme y hacerlo, pero si lo que estoy proponiéndome es hacer algo que a mí mismo me mueva el piso al escucharlo, tengo que ponerme a laburar en serio.

-¿Cuál es el límite de todo eso? ¿Hasta dónde correrse para poder avanzar en la búsqueda de un sonido propio sin alejarse demasiado de aquellos colores que fueron marcando el camino?
-Para mí la tradición no es una mala palabra. Yo sé que no puedo ni quiero moverme mucho más allá dejando atrás lo que vengo haciendo. Yo quiero que lo que hago siga un camino. Soy consciente de que hay veces que me voy demasiado pero luego intento volver. De hecho, en el segundo disco va a haber cosas que no tienen nada que ver con lo que uno imagina en la previa que debería sonar un disco del quinteto y que después vuelve a una estructura, a un camino. Vuelve ese perfume del tango que tanto nos gusta. Para mí las mejores melodías son las que la gente puede silbar por la calle, más allá de las complejidades. Troilo y Piazzolla son dos melodistas increíbles y nadie podría afirmar que eran compositores que no complejizaran el lenguaje del tango en su momento. Son dos grandes influencias para mí.

-Dos faros para cualquier bandoneonista te diría
-Sí, pero no tiene que ver sólo con la composición. Hay una manera de tocar que también es increíble. Troilo, Piazzolla pero también Leopoldo Federico o Rubén Juárez. Yo tuve la oportunidad de trabajar con Rubén y era increíble como el tipo dejaba las tripas en el escenario. Para mí es eso. No hay otra forma de hacerlo.

-Tiraste una línea de cuatro fantástica: Troilo, Piazzolla, Leopoldo Federico, Rubén Juárez. Lamentablemente, ellos ya no están aquí. ¿Hay referencias en la actualidad que te parezca que merecen ser destacadas?
-Sí, por supuesto. Uno de los que más me gusta es Lautaro Greco. Pablo Jaurena toca de un modo impresionante, es una bestia. Tiene grabado un disco de bandoneón sólo que todavía no editó que es una maravilla. Hay muchos bandoneonistas muy buenos en la Argentina. Me parece que hay un legado próximo. Y muy buenos por cierto.

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