
Actualidad
«Hay esperanza, a pesar de que nos toque pasar por un Viernes Santo»
El barrio Müller, de la capital cordobesa, carga con su propia cruz. No es de madera, como la que Jesús llevó a cuestas camino al Gólgota, sino que pesa en forma de pobreza, exclusión, falta de oportunidades, narcotráfico e inseguridad. En la Córdoba profunda que, además del barrio Müller, incluye el barrio Maldonado y las siete villas miserias aledañas –La Barranquita, Campo de la Ribera, Villa Hermosa, Villa Inés, El Trébol, Los Tinglados y Bajada de San José–, el Padre Mariano Oberlin lleva adelante la difícil tarea de ayudar a cargar con esa cruz a quienes allí residen.
Desde febrero del año 2010, Oberlin está a cargo de la parroquia Crucifixión del Señor, ubicada en el barrio Müller y con un radio de influencia que se extiende a las barriadas aledañas. Allí, donde la pobreza azota y la droga es moneda corriente, la actividad pastoral no se limita a alimentar el espíritu, sino también a alimentar a más de 700 personas que se acercan por una ración de comida.
“El evangelio de Jesús se preocupa por todas las realidades de la gente, no solo dice palabras que llegan al corazón, sino que ayuda de forma concreta. Cuando decidí entrar en el seminario siempre tuve en el horizonte el deseo de servir desde lo espiritual, pero también desde lo concreto y cotidiano de las realidades de la gente”, afirma el cura párroco.
En la diaria, Mariano suma a la labor parroquial, cuyas actividades se multiplican en Semana Santa, la actividad de cuatro comedores comunitarios, el trabajo con la fundación Moviendo Montañas y la coordinación de talleres-oficios.
Cuando recaló en el barrio hubo dos problemáticas que le preocuparon. Por un lado, el narcotráfico y el consumo de droga de los jóvenes. Y, por el otro, las necesidades laborales de los y las vecinas del sector.
De la preocupación nació la Fundación Moviendo Montañas. La misma brinda asistencia y contención a jóvenes que transitan el proceso de recuperación de adicciones. Son alrededor de 100 chicos quienes viven en las casitas de la fundación y, además, participan de talleres de oficios que tienen por objetivo brindarles una salida laboral.
En 2020, pocos días antes de iniciar la pandemia, la Fundación inauguró el Centro de Acompañamiento Comunitario “Héctor Guillermo Oberlin”. Por el transitan alrededor de 600 niños, adolescentes, jóvenes y adultos que participan de talleres de oficios, pero también de talleres culturales, deportivos y recreativos.
“La parroquia es muy humilde, a veces no hay ni para pagar la luz. En el 2014 hicimos un acuerdo con Sedronar y eso nos da la posibilidad de sostener estas actividades que si no no hubieran podido desarrollarse en una barriada como la nuestra. Después tenemos otros convenios, que nos permiten subsistir, con SENAF, con la Municipalidad de Córdoba y también con Caritas”, cuenta Mariano sobre el modo de subsistencia de la Fundación.
En las últimas semanas el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC) difundió los datos de pobreza que corresponden al segundo semestre del 2024. Los datos oficiales muestran que la pobreza bajó, del 52,9% al 38,1%. Sin embargo, para el sacerdote, esos números no se ven reflejados en las barriadas vulnerables que rodean a la parroquia Crucifixión del Señor.
“Acá estamos en una barriada muy afectada por carencias y necesidades, no lo sé, pero en el barrio la pobreza es tanta, mucha más que el promedio general del país, que capaz no se percibe esa baja. Ojalá fuese que la pobreza baja, es lo que más queremos. Sin embargo la situación es complicada y tengo la impresión de que no ha bajado la pobreza”, reflexionó.
Sembrar la esperanza
-¿En qué momento te empezaste a involucrar desde lo social?
– Siempre estuvo en mí la idea. Vengo de una familia muy católica, de alguna línea tercermundista, me crie en un barrio humilde, común, – el barrio Comercial-, y los curas que han pasado por mi casa y mi parroquia de algún modo me han acercado al deseo de trabajar desde lo social. Cuando entré al seminario quizás no tenía tan claro que era ser cura y capaz me lo imaginaba como un trabajador social (se ríe). Después descubrí toda la dimensión espiritual de la vida cristiana y eso me abrió un mundo nuevo. Pero siempre me quedó el deseo de servir en lo social y lo hago en nombre de Jesús.
La historia de su familia lo atraviesa. El trabajo que hoy lleva adelante Mariano es similar al que hacía su padre, Héctor Guillermo Oberlin, cuando fue secuestrado por el Comando Libertadores de América, el 8 de enero de 1976. En los años 70, un grupo de seminaristas se había instalado en el barrio Comercial y él trabajaba con ellos, principalmente en los talleres-oficios que brindaban en las villas. Hasta hace 15 años, no tenían certezas de cuál había sido el lugar donde Héctor, aún desaparecido, había permanecido detenido.
“Siempre quise ir a una parroquia de un lugar humilde, se lo pedía siempre al Obispo, pero pase por otras parroquias antes de llegar a esta (Crucifixión del Señor). Y, cuando me mandan para acá, se dio que estaban por inaugurar el Sitio de la Memoria en el Campo de la Ribera y ahí me enteré de que mi viejo había estado acá, fue detenido, fusilado y posiblemente enterrado acá”, relata, mientras recuerda a su padre y asegura que, por destino o casualidad, está en el lugar donde parte de su historia está sembrada.
Se siente bien donde está. Elige caminar las calles del barrio y acompañar a los jóvenes y niños para mostrarles que hay un futuro posible, y así sembrar la esperanza de una vida más allá de lo que el barrio ofrece. “Si lo hago bien o mal es otra cosa, al menos lo intento”, señala, entre risas, Mariano.
El lugar de la fe
Fueron tres los destinos antes de llegar a la parroquia del barrio Müller. El primero fue en la localidad de Obispo Trejo, al norte de la provincia; después de dos años recaló en Alta Gracia y, luego de tres años, fue titular de una parroquia en La Calera. Estas experiencias fueron, para el cura párroco, particularmente diferentes a la situación que se da en la parroquia Crucifixión del Señor.
Según señaló, la cantidad de fieles que se acerca ha variado con el tiempo. Después de la pandemia del Covid-19 la cantidad bajó y muchos no se reincorporaron cuando la normalidad volvió.
– ¿Cómo se vive esta Semana Santa en la parroquia?
– Estuve en otras parroquias donde la gente se acerca mucho y toda la semana está impregnada por el evangelio. Acá eso quizás no se da tanto, la gente está laburando todo el día para ganar el pan del día. Al principio, cuando llegué, hicimos muchas acciones para acercar la iglesia a la gente, pero el trabajo de la fundación me fue absorbiendo mucho tiempo y vamos como podemos.
– ¿Qué la diferencia de las otras parroquias en las que estuviste?
– Estamos en un barrio vulnerable, nunca quise descuidar la dimensión social del evangelio. Pero es cierto que, en las otras parroquias, de 20 personas que se acercaban 19 lo hacían para pedir la bendición, preguntar por un bautismo o rezar y una (1) se acercaba a pedir algo. Acá es al revés, de 20, son 19 las que se acercan ahogadas por cuestiones sociales, económicas o de consumo.
– ¿La gente sigue encontrando un refugio en la fe?
-Sí, podemos discutir desde qué lugar se vive, pero nunca se termina de perder la fe. El evangelio es un mensaje de amor y de trascendencia, que permite ampliar el horizonte en lo cotidiano y mejorar las condiciones de existencia. Creo que privar a la gente de esa dimensión es privarla de algo que nos dignifica, nos hace plenamente humanos y nos permite convivir mejor. Es imprescindible lo espiritual.
El Viernes Santo, en el calendario cristiano, conmemora el camino que Jesús hace, con la cruz a cuestas, hacia el monte Calvario donde es crucificado. Jesús sufre la traición, la flagelación y el tormento de la cruz. Su crucifixión, y posterior resurrección, permiten renovar la esperanza.
“Jesús pasa por todas situaciones humanamente dolorosas, pero terminan en una resurrección. El mensaje es que, aunque la estemos pasando mal, si somos fieles a Jesús y luchamos para que el evangelio se haga carne en nuestra vida puede terminar en una pascua. No debemos perder la dimensión de la pascua: la alegría, esperanza y la resurrección, a pesar de que nos toque pasar por un viernes santo”, concluyó el Padre Mariano Oberlin.
Fotos: Facebook CAC «Héctor G. Oberlín»/ Internet
0 comments