
Cultura
Liliana González: «La mirada es verdad»
“Yo estoy muy contenta de que nos hayan elegido para participar de un evento tan importante como el Festival de la Palabra” dice Liliana González del otro lado del teléfono. En la tarde del lunes presentará su décimo libro, “Volver a mirarnos”. Según cuenta, “es casi tan importante como el primero. Lo escribí con mi hija y eso ya es algo muy conmovedor para mí” advierte conversando con Mano a Mano Córdoba.
El trabajo que será presentado en el Cabildo de la Ciudad, en una charla de la que también participará Miguel Clariá, logra proponer una posibilidad para el reencuentro sincero con el otro, en medio de un momento en que la sociedad parece enfrascarse en comunicaciones mediadas por los dispositivos electrónicos que hacen prescindir, precisamente, de la mirada como forma primordial del contacto interpersonal.
-Salió un libro muy lindo porque logramos juntar a dos generaciones y eso es algo que termina enriqueciendo el abordaje porque logra darle una mirada integral que cruza todo el libro. Por un lado está la abuela que crío a sus hijos en la vereda y la canchita, y por el otro la madre que tiene que lidiar con las tablets y las pantallas.
-Le pregunto a la abuela. ¿Qué tan lejos quedamos en materia de comunicación a partir de la irrupción de las nuevas tecnologías?
-Hay abuelas y abuelas, no se podría trazar un patrón común. Hay algunos abuelos que están manejando todas las redes sociales y a hay abuelos que no quieren saber absolutamente nada con un celular. A mí me parece que nosotros tenemos la ventaja de poder lograr, cuando nos acercamos a las tecnologías para ver de qué se tratan, una simbiosis con la cultura lectora de tantos años, que hoy los chicos no tienen. Yo veo que mis nietos están fascinados con sus celulares pero cuando vienen a casa, vuelven a conectar de otra forma conmigo. Pueden pasar horas en la que estamos hablando y hablando. Al ver eso, yo siento que no está todo perdido y que para comprobarlo simplemente tenemos que cambiar las cosas que nosotros tenemos para proponerles a los más chicos. La tecnología tiene que servir para divertirse, para investigar y para entretenerse pero no puede ser un chupete electrónico. Nosotros no podemos usarla para desentendernos de ellos. Cuando los chicos están con la tecnología, nosotros debemos saber en qué están, hay que guiarlos y acompañarlos. Es un trabajo y entiendo que es muy difícil.
-¿Qué desafíos aparecen desde el plano de la educación y la formación?
-Lo primero que uno tiene que decir con respecto a la educación es que es necesario que el Estado sea un poco más creíble y confiable cuando habla del tema. Yo creo que hay que empezar por los docentes porque los maestros tienen que estar calificados, formados, prestigiados y cómodos con sus salarios. A partir de ahí podremos empezar a ver docentes que puedan hacer un curso, formarse en tecnologías, viajar a dónde tengan que viajar para perfeccionar sus saberes, comprar buenos libros, buena música, ir al cine y al teatro. Los docentes son transmisores de cultura y, la verdad, es que hoy están casi debajo de la línea de pobreza. Las tecnologías llegaron al aula hace tiempo ya, pero nunca van a poder reemplazar al docente. Hay que saber manejarlas y transformarlas en una herramienta didáctica, pero a los chicos hay que seguir enamorándolos de la lectura, del cuento, de la oralidad, del debate, del pensamiento crítico, de la investigación, de la expresión artística y tantas otras cosas. La escuela es mucho más que tecnología, además, es el único lugar que viene quedando para transmitirle valores a los chicos. La tecnología no lo hace.
-Usted dice que los ojos que ven, empiezan a mirar a partir del contacto con los otros. “En el espejo son simplemente ojos” señala. Teniendo en cuenta eso, ¿sería imposible plantear la existencia de nuevas formas de mirarse a través de la tecnología?
-La verdad es que esa es una pregunta casi filosófica que yo, hoy, no creo estar en condiciones de contestar. Para mí, la mirada es presencia. Es un “acá estoy”, te estoy mirando y no sé cómo lo estoy haciendo porque nosotros no sabemos nada de nuestra mirada. La mirada es verdad. En la pantalla se puede simular, se puede maquillar, se puede hacer photoshop, es totalmente distinto a la presencia real, que para mí sigue siendo absolutamente indispensable. Conozco montones historias de gente que se ha enamorado a través de internet y cuando se sentaron a tomar un café no soportaron cinco minutos. Yo no puedo imaginar la existencia de las relaciones sin la presencia física. Tampoco quiero.
-¿Cómo fue trabajar con Natalia?
-A mí me encantaría que ella te responda esto pero yo sí te puedo decir que este trabajo, entre tantas cosas más, ha servido para repreguntarme por qué tienen tanta mala prensa las relaciones entre madre e hija. Desde el psicoanálisis en adelante, parece que siempre se trata de relaciones difíciles, conflictivas, rivalizantes, y a nosotros no nos pasa nada de eso. Si esas cosas existen, la verdad es que no están en el libro o, si lo están, estarán muy escondidas porque lo que nos ha pasado durante el libro es que nos hemos disfrutado y reencontrado de una manera muy linda y genuina. Me he enterado de cosas que han pasado en la infancia de mis hijos que yo no sabía y fueron apareciendo anécdotas súper divertidas en las que yo ni siquiera me reconozco. Puede que mi puntaje como mamá haya bajado pero, en definitiva, me estoy haciendo un poco más real.

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