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«Mami Lili»: un corazón de pie por los niños del barrio Ampliación Yapeyú
El repiqueteo de las tazas contra el largo tablón de madera anticipa la merienda. Cuando el aroma del mate cocido impregna el lugar, todos se acomodan en sus asientos y esperan atentos. Entre las mesas se abre paso y aparece “Lili” para servir la tan ansiada merienda. Algunos brazos se extienden elevando sus tazas, y otros buscando su abrazo. La escena se repite cada tarde, de miércoles a viernes, cuando Liliana Pérez abre las puertas de su casa a más de 130 niños y niñas del barrio Ampliación Yapeyú.
Madre de 17 hijos, abuela de 35 nietos y bisabuela de un bisnieto, desde el 2006 sostiene un comedor y merendero comunitario en su casa. Hace un tiempo cumplió el sueño de terminar la construcción -las paredes, el techo y el piso- para que los chicos no pasen frío ni la lluvia no les impida dar la merienda y los lunes el almuerzo. Liliana no se queja. Asegura que “lo que falta es mínimo en comparación con lo que faltaba antes”. Ahora su deseo es equiparse de utensilios y platos para que las familias almuercen allí y ella pueda asegurarse de que todos coman bien. “Hacemos entre 200 y 230 viandas, las servimos abundantes, pero la mayoría son familias numerosas y no sabemos si les alcanza para todos”, comentó.
El merendero celebró en septiembre su decimonoveno aniversario. Liliana recuerda el inicio como una acción de gracia. Cuando uno de sus hijos recuperó la salud, luego de más de un año en el que no había hablado ni caminado, sintió que debía agradecerle de alguna manera a Dios por haber escuchado sus rezos. “Yo pensaba que era lo que podía hacer y lo único que tenía en mi casa era la cocina. Entonces un día, con lo poco que tenía, les preparé la leche a cinco chicos que eran del barrio Maldonado y siempre andaban en el barrio (Yapeyú). Así empecé, y cuando quise acordar me di cuenta de que tenía más de 30 chicos”, rememoró “Lili” sobre la apertura del comedor, cuando golpeaba -al igual que ahora- las puertas que fueran necesarias para conseguir el pan, la leche o la yerba para cubrir una demanda que cada vez era mayor.
Para los chicos del barrio es “mamá”, “abu”, “tía”, “seño” y Liliana -o “Lili”- al mismo tiempo. “Tengo todos los sobrenombres que te imagines. Pero son esas palabras que siempre las siento y me ayudan a seguir luchando”, dice mientras su voz se entrecorta y la emoción la invade. Desde que perdió a dos de sus hijos hace dos años, el comedor la mantiene viva. No solo es el refugio de los más de 100 niños que allí se alimentan, sino que también es el lugar donde encuentra la fortaleza para salir adelante.
“Mami Lili”
Sabe que las infancias de Ampliación Yapeyú, y de barrios aledaños, la necesitan. Además, en su memoria sigue latente el recuerdo de su propia infancia. Se acuerda de la niña que dormía entre dos sillas ante la falta de camas para todos.
A través del comedor y merendero se encarga de sanar esa triste etapa de su vida. “Me incentiva a seguir la niña que yo fui. Mi mami era muy pobre, era ella solita para mí y mis cinco hermanos. Sufrí mucho, por eso quiero que ellos tengan todo lo que yo no tuve”, comentó Liliana.
Desde su primer embarazo luchó, junto a su esposo, para darle a sus hijos una niñez más feliz que la suya. Trabajó en casas particulares, cirujeó y vendió comida cuando el único ingreso que había en su hogar no era suficiente.. Ahora asegura que está mejor desde que trabaja como personal de limpieza en el Ministerio de Desarrollo Social.
Se convirtió en “Mami Lili” para sus hijos, sus nietos, y para otros cientos de chicos que han pasado por su comedor. Para ella todos integran su gran familia, que va más allá de vínculos sanguíneos y solo se guía por el amor. Un amor que para Lili pareciera ser infinito.
El Día de la Madre, que se celebra hoy domingo, es una fecha especial, pero dolorosa para Liliana. Su deseo sería reunir a sus 17 hijos en la misma mesa. No le importan los regalos. Lo único que le calma el dolor es el amor que recibe: “Cuando me abrazan, me dan un beso y unos días antes me empiezan a saludar (los niños y niñas del merendero) por el día de la madre me dan la fuerza para pasar este día”.
MM: ¿Qué significa para vos ser “Mamá Lili”?
LP: Para mi mis hijos son todo. Son lo más grande del mundo, yo los amo con toda mi vida. No estaba en mis planes tener muchos hijos, pero empezaron a venir y yo los recibí a todos con el mismo amor. Los amo con toda mi vida.
MM: ¿Qué te gustaría dejarles como enseñanza a cada uno de ellos?
LP: Más que enseñanza, dejarles amor. Que sepan que siempre se debe dar una mano al prójimo, que con amor siempre se puede. A veces ellos me dicen que yo estoy más presente para la gente de afuera, del comedor, que para ellos. Pero la verdad es que esa es mi enseñanza: hay que estar para los otros.
El orgullo de mamá aflora cuando reconoce que está dejando una huella en su niña más chica, de 7 años. En el festejo del Día de Los Niños – y Reyes también- Liliana se encarga de conseguir, con donaciones, que cada uno tenga un juguete. Este agosto uno de los aportes fue especial: su propia hija donó su juguete para hacer feliz a otra niña.
“A mis hijas más grandes les digo que yo quiero que sigan lo que hago acá. Quiero que continúen con lo que a mi me gusta. Mejor dicho, con lo que yo amó. Porque amo lo que hago”, cuenta la mujer que, con cuchara en mano, revuelve la olla para servirles una porción de alimento y amor a “sus niños”.
Seguir de pie
Sus hijos e hijas la han acompañado desde el inicio en el merendero. Además, Liliana no deja de agradecer a sus “ángeles”. Ellos son quienes la han ayudado con mercadería, con muebles, con ropa para donar o con dinero para comprar lo necesario.
“La gente siempre colaboró y colabora mucho”, sostuvo. Y agregó que la única ayuda gubernamental la reciben de la Municipalidad de Córdoba con la Tarjeta Activa que, si bien ayuda, “no alcanza”.
Para Liliana lo que falta es mínimo. Quiere cambiar el freezer, que es el mismo que tiene desde que convirtió su casa en un merendero, y adquirir un anafe o cocina para preparar los almuerzos más cómodos. Mientras tanto, no se detiene y le busca la forma para continuar.
La mujer que le pone el cuerpo y corazón, con una fortaleza incesante, a cada obstáculo que la vida le presenta, se rinde ante la emoción cuando recuerda las dificultades que atraviesa.
MM: ¿Qué te sostiene y te pone de pie cada día?
LP: Yo sigo igual, hago todo lo que más puedo. No paro, es todo por ellos. La gente del comedor es la que me sostiene. Mi familia, hijos y nietos también, pero son mis niños del comedor los que me dan las fuerzas para seguir y estar hoy acá parada.
Quienes deseen colaborar con alimentos, ropa o artículos para el Comedor Liliana pueden acercarse a Lucrecio Vázquez, Casa 55, en el barrio Ampliación Yapeyú, o comunicarse al 351-3711240.
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