Análisis

Mariano Saravia: “El triunfo de Lula es un freno al fascismo”

By  | 

“El triunfo de Lula es un freno al facismo”, así de contundente define el resultado de las elecciones presidenciales en Brasil el periodista especializado en política exterior, Mariano Saravia.

En diálogo con Mano a Mano, el también docente universitario y escritor analiza la victoria de Luiz Inácio Lula da Silva sobre el actual presidente Jair Bolsonaro, en una segunda vuelta muy pareja y que deja una gran incertidumbre en el gigante sudamericano.

Lula ganó en balotaje, pero hubo un buen resultado bolsonarista en gobernaciones, senadores y diputados federales. ¿Se anticipa una gobernabilidad complicada?

Sí, para afuera y para adentro de la alianza, porque gana no solo el Partido de los Trabajadores (PT). Lula para vencer a Bolsonaro debió hacer una alianza muy amplia, incluso con sectores conservadores, neoliberales, entre ellos su propio vicepresidente electo, Geraldo Alckim, que fue 16 años gobernador de San Pablo, un neoliberal a ultranza. Y para afuera, por ese poder que queda del bolsonarismo, con varias gobernaciones: el Estado de Río de Janeiro, de San Pablo y otros Estados aliados como Paraná, Santa Catalina, Rio Grande do Sul, Mato Grosso do Sul. El Congreso en general tiene una fuerte presencia de la extrema derecha. Y sobre todo la gente, que el 49% votó una opción fascista y vimos lo que pasó después de las elecciones.

Saravia sostiene que algunos, sobre todo en Argentina, buscan méritos en la gestión de Bolsonaro por los resultados que arrojan los números de la macroeconomía.

Sin embargo, advierte que el exmilitar deja un país con un desastre económico y social, débil desde el punto de vista institucional y político, y cargado de violencia callejera.

“Hoy en Brasil se cae, simbólicamente, un avión Boeing 137, porque todos los días mueren 171 personas por cuestiones violentas, agresivas, de odio social o político. No hablo de accidentes o enfermedades, muertes violentas”, ilustra.

¿Cuál es el principal desafío de Lula?

Lo dijo en el discurso del triunfo. Lamentablemente volvemos al mismo punto de 2003: darle de comer a la gente que no está comiendo. Hay que darle desayuno, almuerzo y cena a millones de brasileños que hoy no comen. Y después, mínimamente, recomponer algunos rasgos formales de la democracia, bajar el nivel de odio en las calles y en la gente. Si puede hacer eso, ya sería un logro enorme. Reconstruir un poco el aparato productivo, generar un poco de trabajo. No hay que esperar demasiado. En cuanto a política exterior, ahí sí con algunos gestos se puede avanzar mucho porque Brasil, mal que mal, sigue siendo un gigante, el gran gigante latinoamericano. Brasil ha estado ausente de la política internacional durante varios años. Si Lula vuelve a jugar en las grandes ligas, apostar por los BRICS y la integración Latinoamérica, eso ya es mucho.

Aclara que hoy sería imposible reeditar lo sucedido en Mar del Plata en 2005, cuando un grupo de presidentes latinoamericanos referenciados en el progresismo rechazó en Mar del Plata la propuesta del ALCA de George W. Bush.

Incluso, asegura que hay que olvidarse de ese progresismo de izquierda de principios de siglo y conformarse con un proyecto demócratico que ponga un freno al fascismo de derecha.

“Haberle puesto un freno al fascismo de Bolsonaro es muy importante, porque si ganaba se envalentonaban los fascistas argentinos: Patricia Bullrich, Javier Milei, José Luis Espert, Miguel Ángel Pichetto. Esa gente que en Argentina hace del odio político una bandera”, señala.

Mariano Saravia es un periodista especializado en política exterior.

¿Hay un cambio de época con el triunfo de las oposiciones en Latinoamérica?

Hemos retrocedido tanto en la humanidad que hoy lo que podemos esperar es esto. No sé si es un cambio de época. Por lo menos recuperar ciertos rasgos de democracia, de convivencia civilizada, de humanidad. No podemos decir que en ningún lugar del mundo hay un proyecto progresista. No encuentro: ni el PSOE en España, ni el socialismo portugués, en Italia no veo nada y en Estados Unidos menos. En América Latina quizá lo más entusiasmador es Gustavo Petro en Colombia, pero hasta ahí nomás. El propio Gabriel Boric tiene sus limitaciones en Chile. Hace 100 años se produjo la marcha sobre Roma de los Camisas Negras y Mussolini accedía al poder. A partir de ese momento, el proyecto fascista de Italia, el nazismo en Alemania, el franquismo en España y todo lo que vino con la Segunda Guerra Mundial con 50 millones de muertos. No aprendimos nada como humanidad: 100 años después gana Giorgia Meloni en Italia, el partido VOX crece y el fascismo en todos lados avanza. Hubo un cambio de época en los primeros 2000, que fue muy hermoso. Eso quedó trunco y hoy estamos volviendo al punto de partida. 

¿Por qué para los espacios progresistas parece más fácil ganar elecciones que gobernar?

Primero, porque justamente resurgió el fascismo, que hace 10 o 20 años no existía. Había una derecha neoliberal, pero no fascista como esta que, abiertamente, dice que la culpa es del boliviano, del mapuche, de las feministas. Hoy hay gente que reivindica la dictadura, antes era imposible. A los gobiernos progresistas se les hace difícil porque tienen esa oposición fascista, que además tiene mucho micrófono -no sé si complicemente o irresponsablemente, los medios hegemónicos le dan cabida a esas expresiones-. Entonces donde hay frustración y humillación, surge el fascismo, porque tienen discursos populistas de derecha, que llegan a la gente. Siempre buscar un enemigo es un discurso que garpa políticamente. Y, por otro lado, se les hace difícil por sus propias limitaciones. El caso de Argentina es claro: Alberto Fernández y el Gobierno no están cumpliendo ni una mínima parte de las expectativas que generó cuando ganó. Eso puede ser un poco por la pandemia, un poco le podemos echar la culpa a la herencia de Mauricio Macri, un poco puede ser la oposición, pero también hay que reconocer que hay limitaciones, hay errores. 

¿Son fallas de este progresismo?

No sé si hay fallas o limitaciones. Quizá le pedimos una cosa a Alberto Fernández que nunca fue, y que no iba a ser. O quizá sean fallas. Yo me inclino más que es una limitación. Yo no sé si Alberto Fernández fue otra cosa de lo que estamos viendo. Me parece que es una limitación mucho más profunda.

Dejar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *