Política
Martín Fresneda: «Cuando llegan los recursos antes que las ideas, estás frito hermano»
De los dirigentes cordobeses que hoy concentran su actividad en la política provincial, Martín Fresneda es el que ocupó el lugar más visible durante los últimos años del kircherismo en el gobierno. Desde que abandonó su rol como Secretario de Derechos Humanos de la Nación ha concentrado sus fuerzas en la unicameral cordobesa a dónde llegó luego de la elección que consagró a Juan Schiaretti como gobernador. Ante un 2018 que servirá como previa a un año electoral caliente, Fresneda analiza el panorama del país y de Córdoba con la mirada puesta en la construcción de una alternativa que permita enfrentar a las políticas que lleva adelante la administración Cambiemos desde su arribo al Ejecutivo nacional.
-¿Cómo terminó el 2017?
-Terminamos con algunas sorpresas, la verdad. La más impacta negativamente es la cristalización del acuerdo entre Macri y Schiaretti con la firma del nuevo consenso fiscal que generó roces y movimientos, incluso dentro del peronismo provincial que se dividió en esa votación. Hay un revuelo muy grande dentro del peronismo. Te diría, incluso, que es algo que cruza generacionalmente al movimiento. Hay sectores de Unión por Córdoba que están muy incómodos porque no se encuentran contenidos con esta discusión.
-¿En la legislatura?
-En la legislatura, este año, se sancionaron el 90% de las leyes que propuso el oficialismo. Todas relacionadas a la obra pública y muy pocas relacionadas con la inclusión social. Todo eso se vio cristalizado cuando llegó el proyecto de presupuesto. Hay un punto para discutir fuertemente todo lo que tiene que ver con la obra pública cordobesa porque es algo que viene siendo muy complejo desde la recuperación de la democracia. Se han realizado una serie de obras tan impactantes como extravagantes que han sido mantenidas con base a un endeudamiento muy grande. Muy parecido a lo que pasa a nivel nacional. Hay una Córdoba que no escapa de la burbuja financiera en la que se convirtió la Argentina a través de las lebacs, tampoco puede escapar de los niveles de pobreza que se van incrementado mes a mes ni lo va a poder hacer de los coletazos que van a ocurrir por las medidas económicas del gobierno de Macri y el FMI.
-Qué es…
-Es la reforma previsional, es la receta para bajar el gasto y por ende bajar el consumo. Eso genera un efecto recesivo que significa cierre de fábricas, pobreza, desempleo. Córdoba no queda exceptuada de eso y hoy lo ves en el ámbito público y privado. El gobierno de Córdoba ha tomado una decisión que para nosotros es equivocada al cerrar un acuerdo con Mauricio Macri que le garantiza una serie de recursos propios creyendo que esos recursos le van a permitir contener la angustia social que generan el resto de las políticas que se llevan adelante. Yo veo con mucha preocupación todo este movimiento. La legislatura ha sido un catalizador de todo eso. Las tensiones, por abajo, y los fuegos de artificio, por arriba. En el medio quedamos nosotros intentando construir algo nuevo con la capacidad de revisar el pasado y construir una alternativa que no creo que se deba agotar en la herramienta transitoria que representó el Frente Córdoba Ciudadana. De cara al 2019 hay que discutir otra cosa porque el desafío es otro.
-¿Ves ahí que se puede abrir un canal de diálogo con el peronismo?
-Si la foto es la de hoy, no. Hay que construir las condiciones para tener un diálogo verdadero. Estamos hablando de la posibilidad de alianzas políticas y para eso debemos sentarnos con un programa en el medio. No hay alianza posible sin discutir sobre los conflictos que presenta la sociedad moderna y los contextos históricos que estamos viviendo. No podemos sentarnos zonzamente sin discutir cuál va a ser el programa de derechos humanos, el de los trabajadores, cómo nos vamos a parar frente a la deuda externa, cómo frente a las importaciones o hacia dónde se va a distribuir la riqueza. Eso es unidad verdadera. Hay que poder acercar las miradas en cuanto a las políticas que van a conducir los caminos de la patria en función de los tiempos que te toquen. Uno no puede discutir la unidad del peronismo en función de la doctrina de Juan Perón, uno tiene que discutir la unidad en función de los conflictos que tiene el pueblo argentino hoy.
-¿Hay algunas diferencias en estos temas que puedan ser consideradas irreconciliables?
-Si nos sentamos a analizar todo el panorama y ponemos todos los temas en la mesa nuestras posiciones nos van a dar la pauta de que no hay, a priori, amigos y enemigos. No hay pasados que no puedan ser superados, no hay traidores, ni hay héroes. A lo sumo puede haber egoísmos que se imponen si no somos capaces de ver más allá de nuestras propias definiciones. Hay algunos que creen que puede haber algún chacal astuto que pueda avanzar y comer la carroña que quedó después de la derrota y yo no creo en eso. Nosotros tenemos que tratar de ir construyendo las condiciones. Lógicamente si desde Unión por Córdoba no tienen ningún gesto para construir esas condiciones, de ninguna manera podremos avanzar en la unidad. Lo que han hecho hasta ahora son sólo gestos de distanciamiento.
-¿Es muy difícil construir desde el kirchnerismo en Córdoba?
-Es dificilísimo. Lo que pasa es que cuando nos ponemos a discutir con una mesa y un programa en el medio dejan de existir los «ismos». Pero yo entiendo que la pregunta puede traer una respuesta ideológica. Esa respuesta no me interesa porque yo sé que Córdoba tiene un gran rechazo por algunos dirigentes y por algunos «ismos». Te podría decir que, en su momento, Angeloz y Mestre se fueron por la puerta de atrás y existía un rechazo inmenso al radicalismo. Sin embargo la corta memoria del pueblo cordobés le dio otra oportunidad. Hoy hace 20 años que el delasotismo y el schiarettismo gobiernan la provincia y su construcción ha esmerilado parte de lo que fue la construcción nacional de Néstor y Cristina. Hay una parte de errores nuestros también, sin duda. No creo que vengan al caso pero son parte de la explicación. Si vos hoy analizas encuestas te das cuenta de que el kirchnerismo tiene 10 puntos. Pasa que el cálculo que hacen Schiaretti y De la Sota es cuánto resta esa suma si es que deciden apostar a la sumatoria. Pero nosotros también porque hay muchos kirchneristas que si decidimos sumarnos a un esquema que no es un esquema de construcción natural no van a estar aportando a esa suma. Por eso yo te hablo de la mesa y el programa. Fijate sino lo que pasó con Olga (Riutort) y Luis Juez. Dos más dos no son cuatro. Por eso yo creo que todo esto debemos discutirlo con los resultados económicos y sociales que quedarán expuestos a finales del 2018. Si esto sigue así no tengas la menor duda de que va a existir una enorme exigencia en la sociedad para que toda la oposición construya una alternativa.
-¿Crees que Schiaretti lo evalúa?
-Yo creo que lo viene pensando en función de estas preguntas. Su estrategia viene siendo proponernos entrar por la puerta de atrás, sin voz, sin voto y sin ninguna posibilidad de incidir en la política. Por eso nosotros no nos hemos sentado de hablar seriamente hasta ahora. Él parece estar buscando que nosotros dejemos de existir porque una forma de hacerte dejar de existir en tenerte adentro, comerte ahí y callarte. Por eso yo no estuve de acuerdo con las posiciones que tomaron algunos actores del Moviento Evita y algunos compañeros de La Jaurteche que se sumaron a esa invitación del schiarettismo. Fue parte de la consecuencia de la derrota electoral y ellos entendieron que eso era una oportunidad. Para mi no lo es porque cuando a vos te convocan a un diálogo franco lo hacen en otras condiciones. Si alguien te convoca seriamente lo hace para proponer un modelo de provincia, un modelo de país, un modelo económico. Y a nosotros nunca nos convocaron para eso y difícilmente lo hagan en el corto plazo. Otra cosa distinta que sí venimos haciendo desde un sector del kirchnerismo es dar un debate hacia adentro del peronismo, sobre todo con sectores de la juventud. Es irremediable el nacimiento de otro peronismo porque este de hoy no está dando resultados ni está representando a las nuevas generaciones. Hay muchos jóvenes que no se sienten representados sino que se sienten frustrados, entonces hay que pensar cómo hacemos para enfrentar a quienes siempre dijimos que eran los enemigos del pueblo y que son los dueños de los capitales concentrados.
-¿Crees que hay riesgo que la cercanía entre Macri y Schiaretti termine llevándose puesto al peronismo cordobés ante un supuesto estallido del modelo nacional?
-No tengas la menor duda. No hay un colchón anti cíclico ni una burbuja que proteja a Córdoba de las torpezas que comete el gobierno nacional. Las consecuencias de lo que está haciendo el ejecutivo nacional también las va a pagar el gobierno de Córdoba. Del 2001 no se salvó nadie. Aquello lesionó la política y yo creo que hoy muchos dirigentes políticos tienen aquella experiencia muy presente y no quieren repetirla. Sucede que las políticas nacionales lo hacen. Están convencidos de que hubo una receta que se aplicó mal y hoy insisten con lo mismo porque creen que lo van a hacer mejor porque tienen un mejor vínculo con los bancos. Si en este país llega a haber una corrida, quién nos va a sostener a los argentinos. Por otro lado, vos no podés dejar de lado que el gobierno provincial tiene un desgaste que es natural. En el 2019 van a hacer 21 años desde que Unión por Córdoba se hizo cargo de gobierno y ese desgaste no está teniendo renovación por abajo. No construir una alternativa es un error de la soberbia y de la política. Yo creo, entonces, que hay que construirla a como dé lugar. Hay que tener coraje y convicción y no flaquear ante cualquier recurso que te quieran ofrecer porque esos recursos son los que alteran y entorpecen un proceso sano de propuesta política. Siempre los recursos son necesarios pero cuando llegan los recursos antes que las ideas, estás frito hermano.
-La última pregunta que me gustaría hacerte es más allá de la provincia y el peronismo. Vos fuiste Secretario de Derechos Humanos de la Nación y tenés una larga experiencia como militante en ese campo. ¿Cómo ves las cosas que están pasando en esa materia, con las fuerzas de seguridad, los discursos que parecen volver a instalarse? ¿Qué sensación tenés?
-No era muy difícil imaginar lo que ha pasado. Muchos compañeros de los ochenta y de los noventa que habíamos vivido experiencias similares pudimos expresar algunos de los temores que teníamos durante la campaña. Pudimos advertirlo. En este tiempo la democracia ha asentado sus bases muy fuertemente y eso se nota en niveles de comprensión de la política, en niveles de expresión o en niveles de no amedrentamiento frente a las bravuconadas. Me parece que en ese sentido hay una sociedad con una conciencia desarrollada, que parece que está subterránea pero cuando emerge lo hace con fuerza. Un ejemplo de eso es el masivo movimiento popular que rechazo el fallo del 2×1 con el que la Corte había beneficiado a los genocidas. Algo parecido pasó con la discusión de la ley de bosques en Córdoba. Las banderas de “Memoria, Verdad y Justicia” y las luchas por un medio ambiente, un bosque, un monte sano son temas sensibles a la sociedad que gozan del acompañamiento del masivo movilizado. Te digo esto porque estamos ante un gobierno que mete leyes por fórceps y que obliga a los representantes del pueblo a votar cosas que, incluso, van en contra de sus propias promesas de campaña. Cuando eso es parte de las condiciones de la política hay un activo movimiento de la masa crítica en una sociedad que está formada e informada y no está dispuesta a retroceder. Sin embargo, si uno analiza las políticas nacionales, el retroceso es evidente. En la cartera de Derechos Humanos se nota en todo sentido el decaimiento del rol del Estado frente a la sociedad. Eso es lo que explica por qué Claudio Avruj (Sec de DDHH de la Nación) se tiene que sentar en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos a explicar por qué Milagro Sala tiene que estar detenida en vez de ponerse al lado de las víctimas y hacer su trabajo. Cuando yo ocupé ese lugar nunca tuve que hacer algo así. A mí nunca me mandaron a ponerme a defender al Estado en vez de estar al lado de las víctimas. Hay una incomprensión muy grande y una incoherencia en el rol de quien preside la cartera de Derechos Humanos. Así es muy complicado todo. A ellos les queda muy cómodo el discurso de la reconciliación, les ordena un poco las cosas. Pero es muy contradictorio porque la política económica que llevan adelante tiene unas características muy exclusivas y ante una sociedad que protesta parece que nos les queda otra que gobernar con represión. Y en eso volvemos a algo muy parecido a la vieja tesis de seguridad que se aplicó en los setenta en cuanto a la creación de un enemigo interno, al rol de las fuerzas de seguridad, al rol de la inteligencia infiltrándose en las marchas porque se intenta incidir en la opinión pública para poder tener cierto amparo en la aplicación de la violencia del estado para aplicar políticas que no gozan del consentimiento mayoritario. Por eso hay que entender en política de derechos humanos uno no puede ver sólo “Memoria, Verdad y Justicia”. Hay que ver qué pasa con la Ley de Salud Mental, con los niveles de inclusión, de salud, de educación, qué está pasando con los migrantes, y así con un montón de cuestiones. La agenda de derechos humanos es una agenda muy nutrida en la que nosotros dejamos la vara muy alta. En algunos casos pudimos resolver problemas históricos y en otros temas logramos salir del infierno aunque no los elevamos más, por ejemplo lo concerniente a los pueblos originarios. Mira lo que pasó con Santiago Maldonado y Rafael Nahuel que fueron asesinados por las fuerzas de seguridad en el marco de una represión. Yo creo que el Estado determina un clima de época en el cual se genera un nivel de violencia hacia la sociedad que empieza a responder y, entonces, se corre la política como herramienta de solución de los problemas. Desde ahí, la violación de derechos humanos por parte del Estado está a un milímetro.
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