Cultura
Paula Oyarzábal y su eterno amor, la poesía
Las bibliotecas, pequeñas o grandes, son la puerta de entrada a descubrir nuevas historias. Y de su mano nuevos escritores, estilos y géneros. El primer contacto de Paula Oyarzábal (1979), poetisa cordobesa, con la literatura es mediante colecciones de revistas y libros que estaban en su casa y que, en el transcurso de alguna gripe, empezó a leer. No eran tantos, pero entre ellos Mi planta de naranja lima asegura que “le voló la cabeza”. Zezé, el protagonista del libro de José Mauro de Vasconcelos, soñaba con ser poeta. Paula no soñaba con ello, pero hoy no puede imaginar su vida sin la poesía.
La poesía llegó sin que se diera cuenta. Al principio, las palabras brotaban y la lapicera se movía por un impulso propio, casi innato, sin la pesadez de quien escribe por obligación. En esos primeros textos, las palabras fluían sin la presión de formar versos, prosas o sonetos, pero con la capacidad de, sin saber, escribir poesías. “Comencé a escribir sin saber que eran poemas, y sin aspirar a nada particular, lo hacía porque no podía dejar de hacerlo”, relata Paula Oyarzábal, poetisa, editora y autora de cinco libros.
Antes de terminar la secundaria, y mudarse a Buenos Aires, comenzó un taller de literatura que dictaba la escritora Florencio Gordillo. Allí comenzó a pensar en escribir, y a estudiar para hacerlo, sin embargo, nadie sabía su gusto por la lectura y su pasión por la escritura.
“Terminé el secundario y me puse más sería con la poesía. Quería estudiar Letras, pero mi papá me decía que estudie otra cosa. Empecé a estudiar Comunicación Social pensando que era parecido, pero resultó que no. En ese entonces trabajaba en un bar de San Telmo y ahí se hacía un ciclo literario donde iba una poeta peruana, Luisa Fernanda Lindo, ahí me di cuenta de que existía un mundo de la poesía”, dice mientras toma su café de la mañana que, según afirma, en su vida es tan necesario como la poesía.
En ese grupo de poetas, que se llamaba Extraviado Letal, empezó a mostrar lo que escribía y dejó de ser una práctica secreta. En el 2008 llegó Escritos en la cama, su primer libro. La mujer sentada (2010), Cuando todos duermen (2014), Ensayos Naturales (2017) y Presente Continuo (2017) completan los libros de su autoría.
- ¿Cómo fue el proceso de escritura de esos libros?
- Con cada libro fue distinto, el primero salió más rápido, otros fueron procesos más ordenados y cuidadosos. Con cada libro tuve deseos diferentes. También fueron distintos porque pasan los años y pasan los temas y uno se va a aburriendo de escribir de uno mismo. Ahora tengo más interés en escribir sobre otros y estoy leyendo mucho a otros poetas.
- ¿Cuáles son los temas recurrentes en tus poesías?
- Durante mucho tiempo ha sido el tema la ‘no familia’, el nomadismo ahora. Estoy tratando de salir de ese estigma de que los poetas somos un poco torturados o, por así decirlo, golpeados por la vida. El amor fue en la adolescencia un tema, pero hoy ya no lo es.
Si hay vida, hay poesía
Paula no ha dejado de escribir poesía, ni de leerla. Relata que actualmente no escribe pensando en publicar un libro, pero siempre la acompaña una libreta donde anotar lo que se le ocurre cuando no está escribiendo.
“No creo en la inspiración por la inspiración, en realidad es algo que se trabaja y aunque no se me ocurra nada me siento a escribir igual. Cuando escribo tampoco pienso en el público o los destinatarios. Pero creo que las mejores cosas salen cuando no estás escribiendo”, comenta la poetisa sobre el proceso que conlleva escribir.
Acostumbrada a escribir poesía, la escritora tiene la intención de pasarse, al menos por un rato, a la narrativa. Oyarzábal cuenta, entre risas, que por cada página de una novela escribe 8 poesías. El impulso innato continúa tan vigente como en sus inicios.
“Para escribir una novela hay que tener otra cabeza, me cuesta más así que lo tomo como un trabajo y soy mucho más ordenada en el proceso. Me demoro y voy lento, y en cambio, con la poesía eso no pasa”, relata. En ese proceso de escritura señaló que las escritoras y novelistas como Liliana Heker y María Teresa Andruetto son fundamentales para aprender.
Además de escribir, imparte talleres y, hasta hace poco tiempo, trabajaba en la gestión cultural. Afirma que el estar cerca de otros escritores, o de jóvenes y adultos que se acercan a sus talleres para aprender, es enriquecedor. “Es muy chico el mundo de los poetas, pero hay muchos que escriben y no saben que lo hacen tan bien, por eso aprendo un montón de ellos”, dice.
- ¿Qué es lo que te enamora de la poesía?
En este momento no sé si la palabra es enamorar. Es una compañía, una ayuda, convivo con ella y no la puedo dejar. Por eso también me gusta leer a otros, hacer cursos y escuchar mucho a narradores. Con la poesía ya tuvimos el noviazgo, ahora estamos casadas para siempre -expresa con una gran sonrisa-. La poesía es un amor eterno, no va a haber vida en mí sin poesía.
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